Logo
PUBLICACIONES / REVISTAS / Revista Digital ARSDIDAS

LA FORMACIÓN EN BELLAS ARTES Y LA SOCIALIZACIÓN DEL PATRIMONIO

Francisco Aznar Vallejo
Catedrático de Metodología y Didáctica de las Artes Universidad de La Laguna. Islas Canarias. España
Resumen:

Las nuevas demandas culturales que requiere la sociedad hacen necesario el desarrollo, adaptación y actualización del programa de las enseñanzas de las Bellas Artes. El nuevo programa debe formar profesionales de la cultura para trabajar en la gestión y puesta en valor del Patrimonio y la Cultura. De modo que se garantice su correcto uso y difusión de una manera innovadora, eficaz y rentable. Y que ofrezca, además, conocimiento, diversión y gratificación al gran público que actualmente lo demanda.


Abstract:

The new cultural demands that the society requires make the development, adaptation and update necessary of teaching program in Fine Arts.The new program must form professionals of the culture to work in the management and putting in value del Patrimony and the Culture. So that it is guaranteed his correct use and diffusion of an innovating way, effective and profitable. And that offers, in addition, knowledge, diversion and allowance to the great public who at the moment it is demanded.


Las tendencias actuales de la enseñanza superior y sus nuevos desafíos, especialmente en el ámbito europeo, obligan sin duda a repensar su papel y su misión, así como a orientar decididamente su futuro desarrollo en función de los nuevos enfoques y las nuevas prioridades que la sociedad de nuestros días le reclama.

En ese contexto, queremos avanzar una reflexión desde el campo de las Bellas Artes, que pretende tan solo, contribuir a definir alguna de las grandes orientaciones que, a nuestro juicio, tales estudios deben asumir de cara a poder adaptarse exitosamente a un mundo en mutación y a una sociedad más exigente y participativa.

Este requerimiento es, para la enseñanza superior de las Bellas Artes, más necesaria si cabe que para ninguna otra, habida cuenta de su propia naturaleza y de su secular alejamiento de la sociedad, encerrada desde el siglo XIX no ya en una torre de marfil sino mas bien escondida en un recóndito jardín secreto, manteniendo el ideal romántico del artista alejado y relegado de la sociedad, perpetuando una agónica copia de si mismadesde una escuálida “Academia”. Así, es preciso re-pensar la mejor manera de responder a las exigencias de nuestra época, en la que la emergencia de nuevas y mayores posibilidades va pareja con la improrrogable necesidad de acometer profundos cambios, que no rehuyan el debate y la confrontación creativa con la sociedad en su conjunto, incluidos los sectores económicos y laborales.

Así, el debate de fondo sobre el papel de la enseñanza superior de las Bellas Artes en una sociedad en permanente transformación debe partir de la necesidad de llegar a un equilibrio juicioso e inteligente entre la preservación de los aspectos que son parte de su patrimonio educativo y cultural de una parte y los cambios indispensables para asegurar su avance y pervivencia, garantizando un progreso suficiente desde una visón global de sus objetivos, de sus expectativas y de su funcionamiento de otra. Creemos que es esta doble dimensión de aislamiento y universalidad la "clave" sobre la que debe descansar el inmenso arco de posibilidades "reales" que este tipo de estudios suponen para nuestra sociedad actual.

Esfuerzo de adaptación que desde nuestro punto de vista debe satisfacer al menos unas exigencias mínimas y que son: “pertinencia” es decir definir su papel y su lugar en la sociedad y por tanto su misión y sus funciones; “calidad” concepto multidimensional que persigue la tendencia a la excelencia y que engloba tanto a los docentes como a las principales funciones y actividades de enseñanza; y por último “apertura” no solo en tanto que internacionalización, característica ésta intrínseca a la enseñanza superior y que hoy se encuentra si cabe más acentuada, sino más bien como posicionamiento favorable a pensar y actuar conforme a criterios menos cerrados e intransigentes, como apertura a la colaboración, la innovación y el progreso.

Hoy se puede constatar, un poco por todas partes, que alrededor de las artes plásticas o mediatizadas por ellas, se producen, en la sociedad actual, un número considerable de nuevas actividades y profesiones, tanto artísticas como educativas y culturales. Esa prolija y amplia posibilidad nos ha llevado a pensar y proponer, desde hace ya muchos años, que es hacia esos requerimientos sociales hacia donde debe encaminarse preferentemente la formación de los futuros Titulados en Bellas Artes, y sin que ello signifique, por otra parte, el abandono de otros propósitos, más tradicionales.

Con lo que, el objeto del quehacer formativo en las Facultades de Bellas Artes habrá de tender decididamente, a posibilitar la relación entre arte y sociedad, para generar nuevos y re-configurados impulsos a la cultura, de ahí, la importancia de comprender y asumir hasta que punto la suerte de las instituciones que se ocupan, administran, y promueven la formación artística, depende de la evolución de la sociedad que les rodea y cuan indispensable es que se adapten a tal evolución.

Arte y Cultura es hoy algo que se demanda, tal vez con más fuerza que nunca, en las sociedades desarrolladas. Así la sociedad pos-industrial, superadas ya abundantemente sus necesidades primarias, necesita penetrar forzosamente en una nueva dimensión poblada de realidades espirituales, utópica y liberadora de la rutina cotidiana. Que reclama decididamente, con el aumento del nivel educacional y del tiempo libre, una mayor y más activa participación en las actividades y el disfrute de la Cultura, lo que ha traído consigo el aumento constante del interés general por las Artes y el Patrimonio.

Pese a ello, este campo con ser la aspiración de todos aparece aún vedado para muchos. La amplitud y complejidad de los recursos patrimoniales, requieren de gestores, mediadores y agentes que faciliten el acceso, hagan compresible y pongan en valor el arte, el patrimonio y la cultura para todos, desde cualquiera de sus supuestos y para la totalidad de sus ámbitos, tanto como saber, como diversión, y como gratificación.

Es verdad que, la demanda de participación, en el límite de concurrencia y productividad, ha puesto en marcha un proceso de transformación de la estructura cultural poniendo en entredicho las actuales estrategias de intervención tanto del estado como de los entes locales, poniendo la exigencia del “uso” en el centro de atención. Tradicionalmente se ha venido incidiendo sobre la conservación y la tutela pero se ha descuidado el uso y disfrute por parte de la comunidad. Hoy si se quiere alcanzar una productiva valoración del patrimonio el “perfil del mercado” debe ser el objetivo de referencia fundamental, pues sobrepasado el consumidor estático y elitista, la “clientela” es cada vez más amplia y diversificada, con intereses, prioridades, modelos comportamentalesy conjunto de exigencias completamente alternativas.

Así, en una amplia acepción del concepto podemos afirmar que, la exaltación del consumo de cultura esta condicionada por el papel que la propia sociedad le atribuye al fenómeno cultural, emergiendo con claridad una relación explícita entre valor en sí y valor de uso social. Esta es una de las razones en las que se apoya la necesidad y pertinencia de definir, promover e implementar un conjunto de nuevas “profesiones de la cultura”.

Curiosamente, si bien el sistema ha recogido esta inquietud social y evidenciado tales señales, la universidad como “institución” por el contrario, en términos generales aun no ha reaccionado a tales indicaciones. Y mas allá de de un sin fin de cursos genéricos, todavía no se ha acometido seriamente en ninguna parte, el estudio y la construcción operativa de la “figura profesional” en relación con el manejo, la gestión y la puesta en valor del Patrimonio y la Cultura.

Creemos que, puesto que el "objeto" del quehacer formativo en las Facultades de Bellas Artes no es otro que la capacitación al más alto nivel, de sus titulados para el correcto y mejor desempeño de "todas" aquellas funciones que en relación con “la conservación y expansión del patrimonio artístico‑cultural, la educación estética y la formación técnico científica delindividuo en el campo profesional del arte, de la estética aplicada o de la docencia por medio del arte y el patrimonio”, su titulación ampare y que la ley les reconoce. Resulta evidente, en consecuencia, que no es oportuno ni sensato olvidar "ninguno" de tales reque­rimientos a la hora de programar y desarrollar el futuro de sus enseñanzas.

Curiosamente y en términos generales, esto, que todos aceptamos por evidente y manifiesto, nunca se tiene en cuenta. Venimos afanándonos en los últimos tiempos, por resolver un ordenamiento educacional para nuestras facultades, pero siempre desde una estructura y unos condicionantes heredados y que nadie parece querer entrar a cuestionar. Sin embargo, sólo en la medida que seamos capaces de generar una sólida y metódica reflexión acerca del porqué y la naturaleza de nuestro trabajo, en el tiempo presente, será como éste podrá ser, de verdad: innovador, eficaz y rentable.

A la luz de las precedentes consideraciones es ahora posible afirmar que el mercado de las profesiones culturales representa sin duda uno de los grandes mercados del trabajo emergente para los titulados en Bellas Artes. Que tal posibilidad requiere de un lado la voluntad de poner en marcha los recursos para hacerlo posible y de otra conformar la adecuada formación y preparación de esta figura, desde el punto de vista formal y operativo. Formación que en todos los casos habrá de privilegiar dos aspectos competenciales fundamentales, uno ligado a criterios de “innovación-relación-comunicación” y otro referido a “planificación-organización-control” por ser los mas alejados de los actuales ámbitos formativos en las Facultades de Bellas Artes. Creemos que solo en la medida en que se sea capaz de dar respuesta a cada uno de estos apartados, se estará en condiciones de elaborar con éxito un programa de formación significativo y eficaz.

Es cierto y evidente el riesgo de una entropía formativa en materia de “profesionales” culturales, toda vez que no existe en este campo un corpus teórico universal, cuya explotación pueda ser objeto de sistematización. Igualmente es innegable, ante los retos de la nueva difusión cultural, las nuevas tecnologías al servicio del arte y la comunicación y el reconocimiento de la difusión cultural del desarrollo económico, la necesidad de los sistemas de formación, cualesquiera que sean, de adaptar aceleradamente sus objetivos y sus metodologías a estos requerimientos. Por ello urge, un debate profundo, en el seno de la enseñanza superior de las Bellas Artes, acerca de “a donde” y “por donde” debe encaminar sus estrategia de futuro, si quiere servir a la sociedad de su tiempo o por el contrario desea permanecer en la entelequia de su propio sueño.

Ciertamente, la cultura es la máxima forma de innovación, de tradición, de diversidad y de comunicación de la diversidad y por ello la democratización de la cultura ha terminado por hacer del paradigma educativo el más poderoso baluarte de la sociedad de nuestros días. Pero la experiencia nos enseña que sólo desde el planeamiento de la acción cultural y del manejo del patrimonio cultural, y de los mejores mecanismos didácticos para su comprensión, es posible su cabal investigación, conservación, “uso” y difusión. Y esto es imposible sin profesionales con vocación, capaces y preparados. Ese es el reto.